Promising Young Woman: el peligro de los excesos

Desde que en 2021 Promising Young Woman obtuvo cinco nominaciones en los premios Óscar (entre éstas mejor película, mejor dirección y mejor director), la tenía en mi lista de películas pendientes. Debo decir que a pesar de todo el hype de ese año, el tema fue para mí toda una sorpresa ya que había olvidado cualquier sinopsis que hubiese leído años atrás y nunca llegué a ver el tráiler. Todo esto sin dudas ayudó positivamente con la impresión que me generaría la cinta pues sería lo único inesperado, aunque ya me estaría adelantando.

Promising Young Woman cuenta la historia de Cassie (Carey Mulligan), una joven camarera que finge estar bajo efectos del alcohol durante sus salidas nocturnas para dar alguna especie de lección moral a todos los hombres que se le acercan con la intención de aprovecharse de ella. Tardaremos poco en enterarnos de la motivación detrás de tan extraño comportamiento: años atrás debió abandonar su carrera en medicina cuando Nina, su mejor amiga, es violada por un grupo de compañeros. Al sufrir por años por el recuerdo de este episodio y ante la incredulidad de sus amigos y autoridades, su amiga se suicida, haciendo que Cassie se sienta por siempre culpable, por no haber estado allí cuando sucedió, por no haberla cuidado lo suficiente.

Más allá de los problemas evidentes, y que hacen dudar a cualquiera del criterio de la crítica, que señalaba la cinta como “un thriller audazmente provocativo y oportuno”, no puedo evitar pensar en lo simplista y peligroso de su mensaje (y no, no me refiero a peligroso para los hombres).

Pero vamos con lo primero. Aunque comienza con una trama al menos interesante, es poco lo que dura el entusiasmo. La historia se pierde casi totalmente en una cinta que peca de efectista, lo arriesga todo en busca del plot twist con un muy mal manejo de los giros argumentales (resulta casi increíble que su directora y guionista Emerald Fennell fuese tan aclamada por este trabajo que, para ninguna sorpresa, es su primera película).

Uno de sus problemas principales es sin dudas su protagonista, extremadamente unidimensional y sin ninguna profundidad (¿qué sabemos de su vida anterior? ¿Qué sabemos realmente de su relación con Nina?). Su motivación y comportamiento a lo largo de la película es imposible de entender, lo que hace muy difícil que cualquier espectador desarrolle empatía por ella. El resto de los personajes, ni siquiera llegan a hacerlo, son simplemente caricaturas. La psicología de los personajes en un relato sobre violación y abuso sexual es algo que a su directora parece no importarle, lo que resulta una decisión para nada inteligente.

Muchos críticos señalan como aspecto negativo el tono moralizante que adopta la película, en donde en términos excesivamente simplistas reduce a los personajes en buenos y malos. Sin embargo, el mayor problema de la película no recae en este punto, sino en que por el contrario no se divide en buenos y malos, sino que se ubica en una realidad en la que todos son malos, menos Cassie, la protagonista, y Nina, la víctima. Especialmente los hombres. En una reducción absurda de un tema tan complejo, la película se esfuerza de principio a fin por reforzar una versión perversa de “el hombre es malo por naturaleza y sólo se comporta porque la sociedad se lo exige”. En todas y cada una de las ocasiones, los hombres que la protagonista se cruza adoptan una actitud predatoria. No sólo son malos aquellos cuyas intenciones son evidentes desde un inicio, todos, incluso ese chico que decide rescatarla de un grupo de hombres en un bar que comienzan a decir todo lo que le harían y lo mucho que se merece que le pase algo, escenas después intenta violarla. Todos. Incluso el chico adorable con quien comienza una relación amorosa y por quien parecía haber comenzado a confiar más en los otros. Todos. Incluso el más inocente es, en el mejor de los casos, un cómplice.

¿Cuál es el peligro de un mensaje como este? Es básicamente el reflejo de cómo algunos mensajes feministas radicales terminan socavando la confianza de externos a la causa en nuestros conflictos. ¿Qué tan sencillo sería el mundo si simplemente asumiéramos que absolutamente todos los hombres son malos? La dificultad más grande en el abordaje de temas como la cultura de la violencia y el abuso sexual es justo el mayor problema cuando se trata de hallar culpables: la duda. Existen hombres comunes, eso lo sabemos, y eso es lo que hace tan difícil identificar unos de otros. Eso es lo que les hace tan fácil a “los malos” engañarnos. 

Algo que caracteriza este tipo de causas sociales es el pensamiento de que es más grande lo que visibiliza que estos aparentes “daños colaterales”, lo que no profundizan es lo dañinos que pueden llegar a ser estos mensajes incluso para lo que intentan defender. Sobre todo porque además reafirma otro mensaje erróneo, que libera al hombre de toda responsabilidad sobre sus actos negativos, como si se tratara de un animal salvaje “que sólo obedece a su naturaleza”.

No existe mensaje más simplista y peligroso. Como dijo el buen Sartre “cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

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