El mes pasado Rafael Cadenas, conocido poeta venezolano, se alzó con el Premio Cervantes 2022 y más allá de la alegría propia de estos acontecimientos no pude sino preguntarme: ¿qué pasa con la poesía en Venezuela y por qué en el resto del mundo es como si nada hubiera pasado?
Sabiendo que las pretensiones y el esnobismo abundan en la literatura, más aún en la poesía, sorprende en la actualidad hallar un autor como Cadenas.
De una obra honesta que cumple lo que promete y resulta siendo, exactamente, como su autor quiere que sea:
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni
añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir la verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis
palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame
la impostura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
“Ars poetica”, Intemperie (1977)
Cadenas desarrolla una obra poética consciente de su grandeza, sin llegar a confiarse en ésta, con una destreza quirúrgica y humilde; puesto que, como todo buen escritor sabe, esa no es más que su tarea: la de encontrar siempre la palabra perfecta.
Es gracias a todo esto que la poesía de Cadenas se lleva este merecido reconocimiento. Pero, mientras, en una entrevista, el propio autor asegura que los poetas más recientes saben escribir pero no llegan a la gente, me atrevería a afirmar que en la actualidad no siempre la poesía se garantiza por su destreza técnica y que es entonces cuando parece casi imposible pensar en un poeta que reúna ambas características: una pluma brillante y una sensibilidad diáfana capaz de impresionar al lector más sencillo o al más conocedor.
Cadenas ya había recibido otros reconocimientos, entre ellos, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, por lo que no fue una sorpresa para los lectores del género. Sin embargo, fuera de sus fronteras, su obra no es tan conocida como podría esperarse.
Para el jurado del Cervantes, su obra es una “honda expresión de la existencia misma” que demuestra “el poder transformador de la palabra”, pero, más allá de eso, este premio a su carrera literaria aparece como un testimonio de que su poesía ha influido “independientemente de su nacionalidad”.
De dónde viene ese concepto de universalidad, ¿es siquiera cierto o incluso positivo? ¿No es acaso toda la buena literatura universal, por definición, y no por eso menos local, menos representativa de su país de origen?
Durante los últimos años, su obra ganó mayor atención en España, donde publicó Sobre abierto (2012) y En torno a Basho y otros asuntos (2016), ambos en Pre-textos, y Contestaciones (2018), en Visor. Sin embargo, sigue siendo poca la proyección de un autor que, si bien se sabe que los premios no son sinónimo absoluto de calidad literaria, pasó a integrar una lista donde figuran ganadores mundialmente conocidos como Onetti o Carlos Fuentes.
En mi experiencia personal, al llegar a Buenos Aires comprendí una realidad que ya sospechaba años atrás: en el exterior, la mayoría de los autores venezolanos no tienen visibilidad. Y es que, aunque resulta difícil de creer, en una de las capitales literarias del mundo es una tarea más sencilla encontrar un libro de poesía japonesa —con todo el respeto que merecen los haikus de Matsuo Basho— que un libro (ya sea de poesía o narrativa) de cualquier autor, clásico o contemporáneo, de un país a 4.900 km de distancia.
En los escenarios más “cultos”, desde maestrías en literatura hasta talleres de escritura dictados por autores populares: para el resto del mundo, daría la sensación de que la literatura venezolana se detuvo en los tiempos de Rómulo Gallegos.
Y decir que no se logran suficientes o grandes reconocimientos sería incurrir en un error, no sólo por figuras como Cadenas, quien ya había sido reconocido con otros galardones como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el FIL de Guadalajara y el San Juan de la Cruz, sino por otros autores de la talla de Yolanda Pantin, quien en 2020 recibió el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.
Es una realidad que estando allá se intuye, aunque se desconoce su origen. Por eso incluso en algún momento se cuestionó que institucionalmente se apoyara lo suficiente a los poetas más jóvenes (como aquellos que surgen de las distintas ediciones de —justamente— el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas), pero ¿cómo se puede esperar que en el mundo se reconozca el talento de los autores noveles de este país, cuando es algo difícil incluso para los más establecidos?, ¿qué falla en la proyección internacional de la literatura venezolana, más allá de la evidente crisis editorial que ha atravesado durante los últimos años?
Como muchos saben, la situación sociopolítica del país no sólo ocasionó una desaforada diáspora de autores y lectores, sino una afincada crisis que acabó con casi cualquier proyecto editorial y librería por el sencillo hecho de que nadie tenía materiales, medios, ni dinero para producir libros y, en el mejor de los casos, igual casi nadie tenía dinero para comprarlos.
Ante este escenario, es difícil imaginar un futuro cercano en el que toda esta situación cambie. Incluso se plantean otras interrogantes, ¿podría toda esta corriente migratoria en algún momento convertirse en algo positivo para comenzar a recibir otro tipo de reconocimiento? Uno más allá de los premios para literatos, que les haga a los autores llegar a más editoriales, hacer más traducciones, alcanzar a lectores de todas las geografías.
Gracias al premio, se extendieron rumores de que Cadenas figuraría, junto a Raúl Zurita, Leonardo Padura, Fernando Vallejo y Juan Gabriel Vásquez, entre los candidatos latinoamericanos al Nobel.
Sólo el tiempo podrá decir los verdaderos efectos de estos reconocimientos en la proyección de la literatura venezolana, mientras eso sucede sólo queda esperar que la poesía de Cadenas, y de todos los poetas que lo merezcan, continúe llenando, como caudal vivo y silencioso, y como ha hecho durante años, todos los espacios posibles.
Y si algo de este texto ha servido de invitación suficiente como para que algún lector curioso tome la decisión de aventurarse entre algunas de sus páginas (recomiendo particularmente Los cuadernos del destierro) entonces puedo considerar que habré cumplido mi tarea.
Si el poema no nace, pero es real tu vida,
eres su encarnación.
Habitas
en su sombra inconquistable.
Te acompaña
diamante incumplido.
Una isla (1958)
Qué lindas tus notas de crítica, tan claras y tan certeras! Ojalá sea tal como decís y que sea una prueba de una literatura que ha llegado a lo profundo y así se ha comprendido, lejos de las veleidosas trampas de la moda.
Desconozco (y ya entiendo por qué) la literatura venezolana….Me quedé en Rómulo… Es una puerta a nuevas lecturas, entonces