Si hay algo que siempre envidié a la mayoría de los artistas era la capacidad de convertir el dolor en creación. ¿Cómo usar la pérdida como el motor para la búsqueda creativa? En realidad, mientras más lo pienso, más parece un gran fallo en mi supuesto talento (¿o al menos cierta gracia?) para la escritura. ¿Qué es un artista que no puede transformar la mierda en arte? Es más, ¿qué es un artista feliz? ¿Existe acaso? Es innegable el vínculo entre lo oscuro, lo difícil, lo maldito y el arte. De hecho, para esto voy a utilizar una mala traducción que es asimismo una de las frases más bellas que leí. En algunas versiones de Ana Karenina, la novela comienza con la frase: “Todas las felicidades se parecen, pero en cambio los infortunios tienen cada uno su fisonomía particular”. La realidad es que es una traducción terrible y para nada fiel a la frase original que se asemeja más a “todas las familias felices se parecen entre sí, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. De cualquier forma, ambas son correctas y sobre la primera siempre pensé lo perfecto que describía el por qué desgraciadamente vivíamos bajo la visión clásica del artista atormentado, el poeta triste.
Desde ese lugar, la locura aparece entonces como el último abismo. Recuerdo, en algún momento, cuando todavía vivía con mis abuelas (ambas muy enfermas) pensar qué gran herramienta para crear ficción hubiese sido que lograran canalizar todas aquellas imágenes en arte. Quizás, incluso así la locura no habría acabado por llevárselas, o al menos lo habrían hecho felices con lo creado.
Todo esto me vino a la mente el otro día, mientras casualmente leía parte de la biografía de Friedrich Hölderlin, quien en 1802, después de un viaje a Burdeos, comenzó a mostrar signos de desequilibrio mental, sus síntomas se intensificaron con el tiempo, y en 1806 fue internado en la Torre de Tubinga, un hospital psiquiátrico, donde pasó el resto de su vida. Hasta hoy, la relación entre la creatividad de Hölderlin y su locura sigue siendo objeto de debate. Y mientras algunos sostienen que su enfermedad mental contribuyó a su genialidad artística, otros ven su sufrimiento sólo una trágica consecuencia de las tensiones de su vida.
Las grandes pérdidas, vienen acompañadas de grandes intentos de evasión de la realidad. Es por eso que aún en la locura, es de admirar al poeta que decide aceptarlo, abrazarlo y revelar su realidad ante el mundo, por lo que sin dudas reconozco cierta nobleza en la locura (en la real, por supuesto, ignoremos ejemplos como Ezra Pound), porque ante esto, más que evasión no parece sino otra forma de reconocer la derrota.
¿Sería alguien que no está consciente de su realidad capaz de escribir esto?
Tiéndame, uno de vosotros, la copa perfumada, llena de oscura luz; y que entonces pueda descansar, pues grato sería dormir bajo la sombra. No es bueno que el alma se deje aniquilar por pensamientos fugaces. Me gusta esa charla donde se dice lo que siente el corazón, donde escuchamos el relato de los días de amor y de los eminentes hechos. “Fragmento de Recuerdo” (Odas e himnos, 1799 - 1802)
Con peras amarillas y llena de rosas silvestres la tierra pende sobre el lago. Vosotros, hermosos cisnes, sumergís ebrios de besos la cabeza en la sagrada sobriedad del agua. ¡Ay de mí! ¿Dónde recogeré flores en invierno? ¿Dónde el espejo del sol y las sombras de la tierra? Los muros se alzan mudos y fríos. En el viento chirrían las veletas. “Mitad de la vida” (Odas e himnos, 1799 - 1802)
Parece entonces la locura para enfrentar la indiferencia del mundo:
Un verano y un otoño más os pido, Poderosas, para que pueda madurar mi canto, y así, saciado con tan dulce juego, mi corazón se llegue hasta morir. El alma que aquí abajo fue frustrada, no hallará reposo, ni en el Orco, pero si logro plasmar lo más querido y sacro entre todo, la poesía, entonces sonreiré satisfecho a las feroces sombras, aunque debiera dejar en el umbral mi Voz. Un solo día habré vivido como los dioses. Y eso basta. “A las parcas” (Diótima, 1795-1798)
Por algo Unamuno dijo: “La locura, la verdadera locura, nos está haciendo mucha falta, a ver si nos cura de esta peste del sentido común que nos tiene a cada uno ahogado el propio”.
La tierra giró hasta encontrarnos