Tres poemas sobre el destino

Nunca de nuevo en Masada

de Mauricio Vázquez

No significa nada la lucha del hombre
Cuando no está signada por lo imposible
Falsa frontera que el naciente se impone
Para batirse a duelo con lo invisible

De las cenizas de cada batalla
Quedarán pequeñas llamas que templan el espíritu;
Aunque agrio, alimento para los peregrinos
Que no idolatran sino la esperanza
De hacer del futuro algo más que un destino

El tiempo juzga y atempera los bríos
La tristeza amenaza tras los intentos
Con el sol de la tarde se marchan
Los que no se animaron,
no supieron
o no quisieron

Pero es sabido por el caminante
Que la Samaria ya ha transitado
Que el instante de la noche nunca es más frío
Que ante la inminencia del carro sagrado

Laureles y olivos lo esperan creciendo
Trompetas anuncian ya su arribo
Ciento dos serán las manos
Que ungirán con gloria su camino

Y así los que han rehuido
Bajo el calor de la conquista se harán recuerdo
La simiente florecerá tres veces
Y se cumplirá el antiguo deseo,
reinando la armonía en las almas,
el hogar
el imperio

Porque lo he querido

de Juan Enmiéndalotodo

A mí siempre se me dio por batirme a duelo con quien sea,
acero y palabra no buscaron distinguir,
y entre letras y estocadas,
dibujé mis miedos en el todo,
para no temerle a nada

A mí siempre se me dio por batirme a duelo con quien sea,
y así fui
con un disfraz de finos modos,
para jugártelas de igual
y un susurro en mi cintura,
siempre en guardia hasta el final

A mí siempre se me dio por batirme a duelo con quien sea,
y en esta pelea de perros,
que algunos llamaron vida,
mandé al polvo por igual,
a tanto dios y mortal

A mí siempre se me dio por batirme a duelo con quien sea,
pero un temple sin renuncia,
no es un beso en el Estigio
y algún día,
cuando sea yo de arena,
recordarán mi nombre,
y sabrán que mía fue la vida y mío también el destino
porque así está escrito,
y porque lo he querido

Neblina

de Ivanna Méndez

Teme ante
su mirada
que ahora es toda nubes

Las palabras se le pierden
se desbordan como arena se escapan
huyen

Fragmentos de lucidez
que revientan al alba como lo hacen las hojas

Brisa helada
que anuncia un relámpago sordo
que grita un nombre que ya no reconoce
Nubes de lana que servirán para enjugar
las lágrimas

Su reflejo
es ahora un eco

Y pide
que la memoria, tenga piedad
de las ruinas
de esa imagen frágil que ahora
le devuelve el espejo

Espera un día
en el que no deba
temerle a su propia sombra

Escucha
el murmullo que son ahora súplicas
el abismo le mira a los ojos
la reta

Implora al rocío
que los lugares
sean los mismos cuando ella regrese

Que no le pase lo mismo
espera y teme
Que un día las velas que navegan
allá en la distancia
donde nada divide el mar del cielo
se apaguen
y desaparezcan
con lo poco que queda.

Ilustración por Eugenia Mackay

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